Los buenos liderazgos públicos, éticos y eficaces, deben analizarse desde una perspectiva triangular que interrelacione tres vértices fundamentales: líder, seguidores y bondad del propósito.

En primer lugar, el vértice del líder es la punta del triángulo más abordada e implica analizar la calidad humana y, por ende, los valores inherentes a la persona: en qué estoy comprometido. En este sentido, entendemos el liderazgo como un proceso dinámico complejo –no como una posición– en que no solo intervienen las competencias, habilidades y capacidades del líder, sino también las propias actitudes y valores fundamentales.

Sin embargo, hablar de liderazgos públicos no solo significa hablar de líderes. Los liderazgos, entendidos como una forma de proceder, ponen en marcha un proceso que afecta a las personas, la estructura de sus relaciones y el propósito de su acción. Y, en este sentido, los líderes son un vértice más que –junto con los seguidores y la bondad del propósito– conforma el llamado triángulo virtuoso del liderazgo.

En segundo lugar, el vértice de los seguidores implica tener en cuenta los valores inherentes de la relación que el líder establece con equipo y seguidores: con quién estoy comprometido. Porque el liderazgo es, sobre todo, una relación de afiliciación que conecta sentimientos, relaciona a personas y afecta a sus conductas. El valor del liderazgo es inseparable de los recursos morales y emocionales que activant esta relación, y no hay construcción del liderazgo sin entener la naturaleza de su seguimiento (followership).

En tercer lugar, el vértice del propósito aglutina a los vértices anteriores e implica observar la naturaleza y los valores inherentes de la causa: con qué estoy comprometido. El proyecto no solo está determinado por aquello que hacemos materialmente, sino por el sentido profundo que podemos darle y los valores que estamos poniendo en juego.

Finalmente, este triángulo virtuoso –como lo han llamado, entre otros, À. Castiñeira y J. M. Lozano– se completa con una cuarta condición, que tiene que ver con la forma como los líderes y los seguidores actúan para lograr su propósito compartido: decisiones, acciones, medios y resultados.

Porque, si bien sin el logro de resultados no se puede hablar de liderazgo, el caso opuesto no nos puede llevar a hablar de buen liderazgo. Y, por consiguiente, lo que esta condición final tiene en consideración es el vínculo establecido entre los factores éticos, sociales y pragmáticos.

Cualquier decisión no es igualmente legítima y justa porque, por un lado, en nombre de una finalidad no es válido el uso de cualquier medio y, por otro, las buenas intenciones tienen que ir acompañadas de buenos resultados.

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